Colgar Los Botines
El hedor de la humedad subiendo desde el suelo hace insoportable continuar su uso, con cada paso, mas fangoso se vuelve el terreno y su suela mas putrescible.
Me detengo, busco algún lugar para sentarme, miro hacia mis pies, los botines aún están cubriendo su desnudez, me precipito sobre ellos, mis manos toman los cordones y en una jugada impredecible los dedos terminan enredados, por un instante la desesperación me gana y el corazón cabalga hacia mi garganta presuroso por llegar a la boca y saltar al vacío. Espera! me digo, me tranquilizo, respiro hondo y pienso, visualizo una posibles vía de solución. Esta vez acerco mi boca hacia el nudo del asunto, con mis dientes tomo suavemente los cordones y tiro un poco, ni bien se sueltan mis manos recuperan su maniobrabilidad y toman la posta con el resto del asunto. A mitad de camino de liberación del pie derecho me detengo, siento la presión liberarse, disfruto y sigo adelante con mi propósito. Me quito el botín derecho y lo arrojo lejos, con fuerza. Ahora el izquierdo -pienso en voz alta - esta vez no me engaña - primero la mano derecha, tomo un extremo de uno de los cordones, sigue la izquierda, tomo el rulito sobrante, tras una acertada danza de pulgares, medios e índices logro aflojar la tensión. Poco a poco voy retirando mi pie, liberando la presión ejercida por aquel hábil botín que tantas jugadas atestiguó. Ya descalza, con los pies sobre la tierra y el botín izquierdo a mi lado, levanto la mirada, frente a mí, la insoportable necesidad de colgar los botines.
Me detengo, busco algún lugar para sentarme, miro hacia mis pies, los botines aún están cubriendo su desnudez, me precipito sobre ellos, mis manos toman los cordones y en una jugada impredecible los dedos terminan enredados, por un instante la desesperación me gana y el corazón cabalga hacia mi garganta presuroso por llegar a la boca y saltar al vacío. Espera! me digo, me tranquilizo, respiro hondo y pienso, visualizo una posibles vía de solución. Esta vez acerco mi boca hacia el nudo del asunto, con mis dientes tomo suavemente los cordones y tiro un poco, ni bien se sueltan mis manos recuperan su maniobrabilidad y toman la posta con el resto del asunto. A mitad de camino de liberación del pie derecho me detengo, siento la presión liberarse, disfruto y sigo adelante con mi propósito. Me quito el botín derecho y lo arrojo lejos, con fuerza. Ahora el izquierdo -pienso en voz alta - esta vez no me engaña - primero la mano derecha, tomo un extremo de uno de los cordones, sigue la izquierda, tomo el rulito sobrante, tras una acertada danza de pulgares, medios e índices logro aflojar la tensión. Poco a poco voy retirando mi pie, liberando la presión ejercida por aquel hábil botín que tantas jugadas atestiguó. Ya descalza, con los pies sobre la tierra y el botín izquierdo a mi lado, levanto la mirada, frente a mí, la insoportable necesidad de colgar los botines.
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