El BailE de lAs VizcAChaS

No recuerdo exactamente como, pero aquella noche las vi. Estaba yo oculta como debajo de una lomada, sólo la luz de la luna iluminaba la tierra. Andaba por ahí aún no se por qué ni cómo, algo así como una llamada interna me hizo llegar. Los demás se encontraban en el campamento, atestados de alcohol y ebrios de felicidad, esa felicidad que es tan volátil que se sirve del alcohol para existir.
Asomada apenas para que no me vieran ni interrumpieran su accionar pude divisar aquellos seres tan especiales. Eran varios, una decena de ellos quizás, no se bien, no me detuve a contar, paraditas en dos patas, dispuestas en ronda, con sus manitas a la altura del pecho, danzando de manera aparentemente ritual, con pequeños saltitos coordinando perfectamente al mismo tiempo que avanzando lateralmente, hacia un lado u otro, no recuerdo direccionalidad ni linealidad.
La emoción que sentí en ese momento, tampoco puedo recordar exactamente para redactar, allí estaba, compartiendo ese momento tan especial que se hace ilusión en el recuerdo. La memoria lo trae como magia, cuento, música, emoción, inmensidad, los sentidos lo recuerdan real, concreto, material, temporal, la emoción lo trae relleno y explosivo.
No era danza, no era canto, no era festejo, no era comunión, no era saludo, era todo eso junto, distinto, universal, infinito; sin embargo concreto, contexto, audible, visible, efímero.

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