TengO aLGo de ERizO

Cuando leo, escucho, veo, oigo, huelo, toco, algo que me conmueve percibo brotar de mi interior aquello que al Erizo me recuerda. 
En mi piel la sensación se prolonga por muy poco tiempo, los pelitos erguidos cosquillean y producen algo así como una sensación de otro tiempo, otra historia o memoria, como si despertase en mi aquello perdido, olvidado o desmembrado por las estructurantes combinaciones sociales aprendidas.
El erizo que hay en mi me recuerda entre esos vacilantes momentos de la existencia, como una ventana a lo profundo y verdadero, como una ráfaga de aire que momentaneamente me vuelve al infinito.
Amo los momentos del Erizo, pero también un poco de miedo les tengo. Entre la memoria se recuerda lo que ya no se es, lo que vendrá, luego vuelve el cotidiano lleno de acciones insignificantes que prolongan la mirada hacia el espejo de lo que nos hemos convertido.
Me mantengo alerta y dispuesta, el Erizo tiene las puertas abiertas para llegar y quedarse, pero cómo podría comunicarme siendo enteramente Erizo? Quizá una vez arribado, acomodado y acostumbrado, la sensación en la piel no sería tal sino un reflejo del cotidiano distinto.

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