De lo que decir antes y ante mi muerte

Escribo para que puedan conocer mi mundo, no quiero morir y que no se diga nada de mi, o que digan algo de lo que no soy, o que digan sólo lo que quisieron ver. Tengo así como una sed tremenda de escribir quien soy, porque desde afuera puedo sólo ser un objeto inmóvil. Hoy pasé el día en materia inmóvil, todo lo que hice fue pensar, el único atisbo de hacer algo fue el momento en que decidí sentarme y hacer algo. En esos momentos en que estaba sólo pensando pensaba que para quien me viera no podría ver nada de aquellos lugares por los que navegaba, no es que sea importante aquello que murmuraba internamente, pero es válido como que soy un ser vivo en el mundo, y cómo puedo yo compartir a otres lo que resuena aparentemente arriba, pero que en realidad no es dentro sino es fuera? Hay algo que muchas veces me frena, frena mis impulsos de escribir, creo que es algo así como el placer de simplemente pensar, no todo el mundo explorado puedo traducirlo a palabras, de hecho a medida que voy escribiendo se va transformando el rumbo por donde quería andar. Ya casi no tiene importancia esa primaria idea de verme muerta y que alguien dijera, no hacía nada más que estar allí echada, en su cama. Claro que esto no es tan cierto, suelo pasar muchísimo tiempo moviendo únicamente los músculos oculares y con menos frecuencia los de las manos, que no se ni importa cómo llamarlos, pero también hago otras cosas, bastantes más de las que quisiera, pero que difícil poder hacer entender a otres que tan sólo quiero quedarme en casa pensando. El problema es cuando entro en los abismos... el lecho pegajoso, fangoso y oscuro en el que a veces me inundo me eyecta hacia afuera y obligadamente busco la caricia de la palabra ajena. Y en estos momentos es cuando los eruditos se vuelven incómodos y prefiero lo que los cultos llaman salvajes o ignorantes. Sin entrar en discursividades de lo que digo, escuchar los eventos de los que saben hacer me conmueve porque hago con ellos al tiempo que escucho, es otro mundo, otra forma de ser siendo, que me gusta ver, quisiera desarrollar, pero que abandono al mínimo sufrimiento por incompletud o imperfección. Cuando me doy cuenta que soy sólo siendo y que he moldeado mi camino, ya sea por azar, ya sea por voluntad, ya sea por mandato, ya sea por todo ello junto, no dejo de reconocerme en cada decisión tomada, que no por ello he de sentirme orgullosa, pero si al menos puedo decir que si alguna vez decidí algo porque me obligaron a hacerlo, ese acto se ha hecho menos frecuente al tiempo en que he envejecido. Quisiera remendar dolores causados, quizá la vida nos de nuevas oportunidades, que si he sido injusta no es por motivación propia, sino porque no he sabido ni he aprendido a comportarme correctamente, creo que mi rebeldía temprana moldó mis modales y no he querido modificarlo. No se si la muerte está cerca o lejos, no importa, puede ser inmediata, que importa, no estoy triste, ni tampoco soy feliz, no estoy ni soy, ser una mas del montón me da y me quita y ya no se cómo escribir sin polaridades antagónicas, no se cómo transitar la palabra por todos aquellos lugares que, no son y son, extremos, opuestos. En la sed de aprender me he ahogado, he mareado mis sentidos, el vértigo me ha acobijado y ahora duermo en la marea del olvido, del sin recuerdo, del no entendimiento, de lo confuso e incierto. Palabrerío insoportable que nada dice, horrible, quisiera volver a ser niña y que todo sea espontáneo, que el cuerpo no me duela, que mi padre me acaricie, que mi madre me abraze y me diga que me ama, que mi abuela me lleve a cabalgar, quisiera ser niña y no ir a la escuela, vivir entre las flores y mutar en mariposa. Quisiera que lo que haga de aquí en adelante me haga vibrar, me saque de eje, me emocione hasta las lagrimas, quisiera que mis lágrimas brotaran y formaran una cascada de la cual bebería y me echaría a volar. Quisiera no estar tremendamente sojuzgada por el sistema, las estructuras, los dogmas, quisiera no sentir mi corazón ahogarse de angustia cuando se da cuenta que la vida hay que vivirla y disfrutarla y que todo atenta para que no pueda hacerlo, porque lo cierto es que es difícil disfrutar cuando hay tanto dolor, miseria e injusticia alrededor y no sólo alrededor sino en uno mismo, en mi, dentro mío, dentro y fuera. Cuando soy la repetición del dolor y el fuego del odio me quema siento que un año de niñez se ha ido, cuando siento el poder y me cega y lo veo y me doy cuenta, me avergüenzo de haberme sentido tentada. Es el dedo índice que aprieta contra mi cabeza fuertemente, presiona, presiona hasta perforar la carne, el hueso y llega al laberinto donde todo se vuelve oscuro. vértigo demoledor, no hay salida, sólo el espanto. Por lo menos ahora veo el dedo, de vez en cuando le juego una pulseada y le gano, ya está advertido.

Comentarios

Entradas populares