Los cambios asustan (Pensando en vos Pelu)

Los cambios asustan. 
He vivido inmensidad de cambios o transformaciones, como prefieran, y cada una de las veces me envolvieron los miedos, la desconfianza, la duda completa sobre mi existencia. Hace poco falleció mi vieja, una semana nomas, pero pareciera que hubiera pasado muchísimo tiempo y lo cierto es que viví en mi vida dos muertes de mi madre, una simbólica y una real. Nunca pude escribir sobre ella porque sentía que sería cruel, que diría sólo palabras de dolor, que el resentimiento me dominaría, así que me autocancelé, digamos. El tránsito de su primera muerte me significó entender que ella no había sido como fue porque me odiaba, sino porque me amaba y que ella era aún una niña sufrida, que no había recibido amor de chica, o al menos, eso era lo que ella contaba. Viví esos últimos años entonces comprendiéndola, amándola, intentando estar presente. En su partida carnal de este mundo conocí personas que habían compartido su infancia y otras amistades de sus últimos años. Hablé con dos personas, una de ellas en el velatorio y otra en el hogar geriátrico. La primera era una mujer, de la misma edad de mi mamá, de niñas habían jugado juntas en la calle junto a toda la pandilla de amigos. Me contó de como "la Pelu" los hacía reír, de que ella le contaba historias y la hacía asustar, y hermosas anécdotas dando cuenta de lo felices que habían sido. Luego, la segunda mujer, era mayor a mi mamá y vivía junto a ella en el geriátrico. Casualmente esta mujer era muy similar a mi abuela chacha, que sería la mamá de mi vieja. La cuestión es que tuve que consolarla, lloraba muy apenada, y hablaba de cuánto la iba a extrañar, que eran mejores amigas que mi madre era buenísima y hermosas cosas más. En este revuelo de emociones que implican no volver a ver nunca más a la persona que te dio la vida, me encuentro ahora frente a nuevos cambios, sumamente intensos y por momentos me da un vértigo terrible, pero confío y sigo adelante y pienso en mi vieja, en todo el miedo que tenía, el miedo a vivir, a ser feliz, a sentir a amar, miedo a amar para no sufrir y pienso que aún así no supo disfrutar o más bien, no supo ver lo hermoso de estar vivo, se negó a sentir la magia de la brisa en la cara, se prohibió la ternura del beso, o quizá lo sintió. Quizá sintió todo, intensamente y se desilusionó una vez y ya no quiso seguir jugando. Yo me propongo seguir jugando, aunque me desilusione mil veces, aunque cada nuevo intento implique el dolor del parto de una nueva vida. Vieja me reconcilio con vos, me siento en paz porque te di todo el amor que pude y que fui aprendiendo a dar. Ahora sé que fuiste feliz y nada me da más paz en este momento. Nos encontraremos en la eternidad.

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