Dolor sin intención

Aquí, sobre la palma de mi mano, late su corazón. Un breve zumbido oigo, lo trae el viento, de algún lugar y entre mis dedos vibra. Ruje su experiencia en mis brazos, muerde para soltarse, no ve que no lo retengo, cree estar encerrado. Me río un poco de su imaginaria locura, se siente atrapado y abrumado por los dientes que asoman de mi boca. "No voy a comerte!", pero no me escucha. Agito mi mano para que salga, le doy una palmadita para que despegue y se acurruca. "¿Qué tantos dolores sufrió que no me ve?". Soplo suavemente su cuerpo, una brisa tibia lo despeina, recuerda el tormento y el fuego, se quema, no quise encenderlo. Ninguna intención tuve, todo estaba en su recuerdo, no pudo salir... fue consumido por aquella yaga, lo atrapó y desfiguró.
Camino y me señalan, fui quien lo mató. Esa realidad la construyeron por fuera de mi intención. Ahora presa de la locura ajena, nadie reconoce su propia responsabilidad, soy quien debe cumplir todas sus condenas. Abarrotada e incrustada busco refugio, me alejo y encuentro el teclado, un papel, un sonido del silencio, la luz que filtra por la ventana. El crujiente sonido de las hormigas cortando mis hojas, cosquillas en mis venas. Río y carcajadas fluyen arremolinadas, se evaporan y suben hasta condensarse, caen en tormenta sobre sus cabezas. No soy quien les moja, es algo de mi que les trae eso que ya perdieron y no volverá.

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