De donde vengo no es hacia donde voy

Creía ser especial. Haber nacido en una familia orgullosa de sus orígenes la hacía sentirse distinta. Desde chica trataba a los demás como seres inferiores, no lo hacía intencionalmente, era simplemente lo que sentía. Claro nadie podría culparla por eso, después de todo estaba siendo sincera. Recuerda la primera vez que hizo llorar a un compañero de la escuela, es casi tan vívido ese recuerdo como el mate de la mañana. Aún así sabe que algo de inventado. Se habían quedado solos en el aula. Ella siempre salía mas tarde, se quedaba hurgando entre sus cosas, demoraba en guardar sus útiles a propósito para disimular que nadie quisiera jugar con ella. El estaba dos asientos mas atrás y a su derecha. También estaba sólo, pero su razón era ser el hijo de la portera. A él no lo querían porque era cruel, molestaba, era violento, se enojaba porque lo cargaban, porque su mamá era la portera de la escuela. Ella no recuerda exactamente como fue, él estaba haciendo lo que mas sabía, burlándose de ella, no recuerda que le decía exactamente pero si el odio que sintió y cómo el veneno subió desde su vientre, tan fuerte que en su garganta latía el corazón. Le espetó como una lanza la carencia de su amor, la falta del amor paterno en su vida y él lloró. Lloró gritando fuerte, como un bebé, como un niño desconsolado. Ella se fue del aula al patio, al recreo y no sabe qué mas pasó. Parece que vino la portera al aula a consolarlo o la maestra, no recuerda bien. Luego de eso pareciera que no hubiera pasado otro enfrentamiento, de hecho cree que ya no lo vió mas en la escuela, quizá cambió de curso, de escuela, no está segura. Desde ese día comenzó a sentir miedo de sí misma. Ese acto, concatenado con otros la expuso frente a su propio dolor y a su propia carencia de amor. Su creencia de superioridad sólo aumentaba su aislamiento. Aún era niña, su guardapolvo blanco y el peinado colombino le devolvía una imagen inocente, pero su odio retundo al mundo crecía cada vez mas fuerte. Le fastidiaba que la trataran como a una tonta, que le mintieran, que no la dejaran expresar su opinión, que quisieran imponerle modos de ver y pensar el mundo. Tenía que rezar, ir a misa, sentirse culpable, confesar pecados y golpearse el pecho fuerte, que resonara en su alma, "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa". -lo hice llorar y se tuvo que ir por mi culpa-. -Le dije lo que pensaba y se ofendió, lloró, me odió". Se reveló a la orden familiar de ser superior, comenzó a odiarse por haberlo pensado, se miró al espejo y vio en su imagen toda la muerte y el odio arrastrado durante generaciones y se hizo cargo, con sufrimiento, de todo ese pasado que ella nunca vivió. Se sintió sucia, odiosa y se dejó hundir en la mierda, en lo mas profundo, hasta tragarla. Ahora camina por las calles de otra ciudad. Ya no siente ese odio que alguna vez la vitalizó, cambió su lógica relacional, trabajó muchísimo para ser otra, por momentos siente que lo logró y a veces se encierra, con nostalgia de quién fue.

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