CONVERSACIONES CON EL TORTU... (ME HICISTE LLORAR)

El Tortu siempre estaba. No podía controlar su obsesivo amor hacia mí. Claramente, yo, como digna hija suya, me quejaba... Faaa Qué pesado!!!
Ahora lo extraño, extraño a mi viejo. Su humor tan sencillo y sincero, humor sonso algunxs dirían. Se la pasaba haciendo juegos de palabras. Él confiaba ciegamente en mí. Creía que yo era especial, no sé qué flasheaba. Creo, de alguna manera, que fue su confianza en mí la que me dio el impulso para estudiar y crecer. Me acompañó a mi primer viaje a La Plata. Con todo su dolor porque su hija, la más pequeña, aún su nena en su cabeza, se iba lejos, se iba a estudiar y ya no la vería diariamente. Aun así él me acompañó. En ese momento ya rengueaba y estaba muy hinchado por los corticoides. Los dolores ya habían empezado a molestarle hacía varios años. No recuerdo si ya estaba la úlcera o eso vino después. Caminábamos todo el día. Conocimos juntxs la Facultad y ahí nos pasaron la data de una pensión. Mi viejo habló con el dueño, le hizo miles de preguntas jajja, aún pensaba era una niña, pero yo ya tenía unos 21..., tardé en madurar, bastante de hecho…Mi viejo, el Tortu, siempre me acompañó. Cuando nadaba iba siempre a los torneos, una vez me salvó de Liliana mi entrenadora. Me escapé de una carrera que no quería correr y que había sido anotada de prepo. Ese día ya había corrido como 3 carreras, quería explotarme la mina. En fin, me tiré alevosamente en falso y me descalificaron. Liliana quería matarme. Salí de la pileta y corrí hacia afuera. Fue una escena muy graciosa, más bien patética. Mi viejo me esperó afuera con el bolso y me sacó rápido del club. Medio entre las rizas nos escapamos en auto. En el Falcon Rojo. El Tortu... Tengo una imagen de mi infancia, yo tomando el desayuno, la luz cálida de la mañana entrando por la puerta, y yo a upa de mi papá. Creo que era una de mis primeras tomas en Taza, estaba dejando de usar la mamadera. Creo que es una de las imágenes más viejas que tengo de mi infancia. Luego devino la debacle familiar, kilombos y peleas constantes, mi viejo corneando a mi vieja, la vecina Paula que vivía enfrente, con quien habíamos viajado varios veranos juntxs, era su "amante", además amiga de mi vieja, "la mejor amiga". Así me crie en ese mundo de desconfianzas y traiciones. Aun así, él siempre estaba. No entendía yo, ¿cómo alguien puede ser malo y bueno al mismo tiempo? ¿Por qué no puedo saludar a Paula? ¿Y su perra Titina?, Mi amiga? ¿Puedo ir a buscarla para jugar? Todo lo que tenía construido hasta ese momento se desmoronó. Yo empecé a maltratar a mi viejo. Le decía que él no tenía autoridad para retarme, ¿Quién era él para decirme qué tenía que hacer yo? El Tortu siempre estaba. Se bancó todas, le dije de todo, y él nunca renunció a mi amor. Supongo que eso es tener constancia. Yo no sé mucho de amar. Todo el tiempo construyo nuevas ideas de lo que es el amor, a veces creo que amo a todxs y todo, a veces ni siquiera me amo a mí, y otras ni lo pienso. Lo que si me ocurre cuando siento que aaaamoooo es que me urge escribir, lo que sea. Cual     quier cosa es un estímulo. Una persona en el colectivo, una planta saliendo de las rocas, el cielo o un aroma particular. Así a veces busco entre mis recuerdos, porque quizás lo que vi no fue suficiente, le faltó algo y quedó trunca la idea, archivada hasta un próximo momento. Así me puse a ver mis fotos de perfil. Ahí estaba el Tortu, el Tortu siempre está. 
Sus últimos años de vida fueron muy dolorosos. No pudo venir a la defensa de mi tesis, no pude ni siquiera conectarlo por Skype para que me viera desde su casa, me dolió que no pudiera estar, yo sabía que eso era más importante para él que para mí. Viejo, lo hice por vos, porque sabía cuánta fe tenías en mí, porque siempre me lo hiciste saber, porque siempre me amaste y yo no pude hacer más que dejarme fluir.
Esa noche que caminaste por el pasillo, esas noches que caminabas por el pasillo, cojeando, golpeándote, quejándote del dolor, llorando del dolor, cuanto dolor no poder ayudarte. Me llamabas para que viera como estaba tu ulcera, me mostrabas como tenías que limpiarla y como te lastimabas haciéndolo, te veía llorando de dolor y diciendo tengo que hacerlo, tengo que hacerlo! Me hiciste llorar, me hiciste enojar ¿Por qué no te quisiste como a mí me querías? ¿Por qué no pudiste amarte y disfrutar de esta vida? Ya en el Sanatorio te vi sufrir como nunca y yo ya no podía acariciarte. Tarde recordé que quería acariciarte, tarde recordé que necesitábamos acariciarnos.
Le pedí al enfermero 
–Tráele una almohada! Por favor! Para su pierna.
– pero si no le va a cambiar la situación, ya intentamos y no funcionó
- bueno, por favor, por lo menos para que él crea que le va a hacer bien, aunque sea un ratito.
Tuve que salir de la sala, me descompuse, me angustié tanto que no pude mantenerme parada, tuve que sentarme.A la semana lo mandaron a su casa. Me llamaba todos los días. Él estaba en una cama ortopédica, ya sin poder moverse, sin poder ir al baño, totalmente deteriorado su cuerpo. 
Aun así me llamó y dijo:
-si dios quiere para fin de año conozco tu casa-
Al día siguiente lo internaron con una descompensación tan grande que lo pusieron en coma inducida. Ya no pude volver a hablar con él. En coma, con un tubo horrible en su boca. Juro que me escuchó, no sé cómo, pero, desde no sé dónde, sacó fuerza y me hizo la cara de siempre, esa que él sabía que me daba ternura y que un poco se me pegó en mi rostro. Levantó las cejas y casi sonrió. Él estaba ahí, aún en coma, estaba conmigo, siempre estuvo.
Falleció al día siguiente, o al otro día siguiente del siguiente, no recuerdo exactamente. El Tortu no está, pero está, siempre está, mientras yo viva, él va a estar conmigo. Yo lo siento así, no importa nada más.  


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