Niego la obsesión

El poder de la negación ante su obsesión es evidente. Ya no puede ocultarlo. Desearía amar de otra manera, pero no puede; tendría que haber nacido en otro lugar, otro contexto; tendría que ser otra persona. Su maldición es la de muchas, amar con esa locura, típica de la obsesión por la posesión y el control. Aún dialoga con su obsesión por calmarla, apaciguarla, dejarla que se vaya, pero en el fondo sabe que sólo implica el retraso de una decisión ya tomada. Así de fácil y difícil, así de complejo; oscuro y claro. Tan claro, tan evidente, que prefiere negarlo, un tiempo más, un poquito más, saborearlo otro rato y ahí recién soltarlo.

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