Lo aprendido desde el dolor

De las cosas que he aprendido de todos los dolores de la vida, la mas valiosa creo es el hecho de que no estoy dispuesta a que avancen sobre mi, sobre mis derechos, mi subjetividad, mi sensibilidad, ni medio centímetro. Esto lo destaco porque estoy catalogada socialmente como mujer. Haber nacido con vagina me puso a disposición, durante muchos años, de los demás. y digo los no lxs porque casualmente es hacia los varones la principal disposición que nos enseñan, casi desde el útero de nuestras madres o vientres gestores. La cosa es así, ¿cuántas veces aguanté que se sobrepasaran conmigo? muchas, ya ni se cuántas. Agrego a esto que nací en 1979, aún inmersxs en la dictadura, pasé mi infancia en los 80s y adolescencia en los 90s, pleno neoliberalismo menemista. Teníamos como referencia de humor a Olmedo... polémica en el bar, Tinelli, la música para bailar, hacer pogo, disfrutar era toda machulina, todo a nuestro alrededor estaba preparado para que nosotras, simplemente estemos a disposición. ¿Cómo sobreviví? Durante un tiempo me vestí de varón, usaba las ropas de mis hermanos, otros tiempos fui puta para muchxs, simplemente por sentarme en una mesa de un bar a hablar con varonxs amigxs, sin novio ni otras amigas. Sufrí cuando quise que me valoraran por mi intelecto, fui loca, ridícula, estúpida. Cuando no quise aceptar ser objeto de placer para varones que ejercían el poder sobre un grupo, me dijeron que era "La madre Teresa de Calcuta" y se rieron. 
La primera vez que vi un pene apenas tenía 8 o 9 años, no recuerdo exactamente, un señor en un auto 0km paró frente a mi casa, mientras jugábamos con mi amiga Laura y nos llamó para hacernos una pregunta, me acerqué y notaba algo raro, no entendía qué, pensé que tocaba su palanca de cambio! pobre de mi inocencia, sustraída por ese ser despreciable. Mi culo fue objeto de múltiples manos, en muchísimas ocasiones, en la calle, en la escuela, en boliches. Una vez en un boliche pasaba caminando, iba sin miedo, siempre me manejé sola, y entre varios tipos, de esos musculosos, tipo rugbiers, me agarraron y me alzaron desde mi entrepierna, me tocaron toda y yo comencé a pegar patadas y golpes hacia todos lados, ellos reían, yo no pude contarle a nadie, nadie me ayudó ni me defendió, no podía entender qué pasaba. Me soltaron creo que porque pude ofrecer algo de resistencia, sino no se qué hubiera pasado. Un primo lejano alguna vez me tocó, eramos chicxs, algunos de la familia dijeron son sólo juegos de niñxs, pero yo sabía que no había sido así, yo sentí que él ejercía un poder sobre mí y yo no podía actuar en su contra. Este es la peor influencia que nos han enseñado, el no poder reaccionar frente a la manipulación psicológica masculina, nos enseñaron a doblegarnos, a quedarnos calladas, a llorar solas en el baño. Nos quedó el baño para nuestras penas y la cocina para nuestra creatividad. Nos dejaron la cocina como zona liberada, su administración y gestión. Yo fui rebelde por suerte, creo que un poco aprendí de mi abuela. Mi rebeldía me salvó y me llevó a conocer otros mundos, otras posibilidades, aprendí a respetar mi cuerpo y mas tarde, mucho mas tarde, casi a mis 40, entendí que nadie puede exigirme hacer, sentir, decir o pensar nada que yo no quiera, nada que me haga mal, nada que me destruya. Gracias a mis amigxs, su contención, su amor de familia. Gracias a las pibas, las nuevas generaciones, el movimiento feminista y el amor de nuestra humanidad, hoy sigo viva y agradezco estarlo.

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